martes, 10 de noviembre de 2009

La Economia en el Siglo XVIII

A finales del siglo XVII se producen los primeros síntomas de recuperación económica en la periferia peninsular. El reinado de Felipe V se caracteriza precisamente por la estabilización económica, terminándose con las sucesivas alternancias de inflaciones y deflaciones. Los factores que favorecieron esta situación fueron:
El reinado de Carlos III se caracteriza por la expansión económica, que se refleja en un incremento tanto de los precios como de los salarios y que coincide con el desarrollo demográfico y económico del país, que en estos momentos está recibiendo grandes cantidades de metales americanos. A partir de 1774, los salarios suben a la zaga de los precios, fenómeno que se produce con mayor intensidad en Barcelona que en Madrid, es decir, en la periferia que en el centro. Justo es este el momento decisivo en el cambio del centro económico en la España Moderna.
El reinado de Carlos IV se caracteriza por la inflación, aumentada por una gran cantidad de papel-moneda que el país no puede asimilar. Las guerras con Inglaterra terminan de plantear la situación de crisis. En 1797 el gobierno español se ve obligado a abrir el comercio de Hispanoamérica a los países neutrales y, muy concretamente, el que más beneficio va a obtener son los nuevos Estados Unidos de América. Con la derrota en Trafalgar en 1805 se intensifica el bloqueo inglés, por lo que España entra en un grave proceso depresivo y de contracción económica.

La Agricultura en el Siglo XVIII

La agricultura española del siglo XVIII no tiene un desarrollo importante, los únicos progresos se deben, en general, al aumento de extensión de la tierra cultivada y no a la intensificación de las labores agrícolas. Además, los privilegios de la Mesta, aunque fueron limitados, no fueron suprimidos. La continua subida de los precios de los productos agrícolas durante la segunda mitad del siglo hace que muchos propietarios conviertan sus cotos y pastizales en tierras de labor, de tal manera que esta situación económica favorece especialmente a la gran propiedad.
En cuanto a nuevos productos, la patata, que se había introducido en varios países europeos jugando un importante papel económico, en España era prácticamente anecdótico. En cambio, la introducción del maíz permite un importante desarrollo agrícola en el Norte, al poder disponer de un cereal de alto rendimiento y, a la vez, forrajero y panificable.
En relación a la industria puede decirse que a lo largo del siglo XVIII no se desarrolla nada más que bajo la forma de algunas industrias estatales (Reales Fábricas), como las fábricas de tejido de Brihuega, Guadalajara y Ávila, de cristales como en San Ildefonso, tabacos en Sevilla, etc. Solo a mediados de siglo surgen algunas empresas por iniciativa particular, como pueden ser la primera manufactura de hojalata europea que se establece en Ronda, o la labor que el marqués de Sagardelos realiza en el Norte de la Península para sentar las bases de la metalurgia moderna. La única región que inicia una industrialización a fondo fue Cataluña.
En 1758 se constituye la Junta Particular de Comercio de Barcelona, en la que se integran comerciantes enriquecidos que van a reinvertir parte de sus recursos en el desarrollo de la industria de Indianas, de tal manera que constituyen elementos renovadores en la transformación industrial, cuyo proceso de equipamiento industrial en el campo textil fue acelerado debido a la rápida introducción de la máquina de vapor.
Por último, en relación con el comercio, los progresos fueron importantes debidos, en gran parte, a la supresión de las aduanas interiores y a la abolición del monopolio de la Casa de Contratación del comercio indiano.
En síntesis, el comercio en la España del siglo XVIII se caracterizó por la articulación progresiva de las economías regionales en el interior y, en el exterior, por el proteccionismo industrial y la libertad de comercio con América, siendo los principales productos los aguardientes, el azúcar y el algodón.

La cuestión del mestizaje
























Después de más de dos siglos de contactos entre la población autóctona, y unos inmigrados de raza blanca y negra, que coincidían en su elevada tasa masculina, la mezcla de razas vendría a constituir una de las características más relevantes. Antes que nada, cabría decirse que no es sólo el mestizaje algo oriundo de la sociedad imperial hispana ( Incluida la portuguesa ); ha ocurrido en muchos otros momentos y con muchos otros pueblos a lo largo de la Historia y seguirá ocurriendo ( Un caso continuo es el de la Inglaterra y el judaísmo…..)

Sobre unos tipos básicos, claramente diferenciados en el lenguaje popular ( Mestizos, ladinos, mulatos ), el siglo XVIII será testigo de una fiebre taxonómica empeñada en crear un complejo glosario para definir a cada una de las variantes posibles en el producto del cruce racial. “ Español “ era un término que seguía siendo valido tanto como para el de la Vieja España como para el criollo. Las preocupaciones de la época están bien plasmadas en la obra de los artistas poblanos Ignacio de Castro y José Joaquín Magón :

La Trata de Esclavos

La introducción de negros bozales ( Esto es, recién venidos del África, sin saber la lengua castellana y en su mayoría careciendo de evangelización alguna ) en la América Virreinal fue función del sistema agricultor de plantación. Ello explica que la demanda conjunta iberoamericana ( Los Virreinatos de la Nueva España y la Nueva Castilla y el Brasil ) absorbiera, durante la segunda mitad del XIX, sólo el 40 % de los esclavos transportados hasta la América por los buques negreros; de este porcentaje, apenas una cuarta parte bastaría para cubrir las necesidades de las imperiales tierras hispánicas. La especialización del sur de los Estados Unidos de la América del Norte, y de las colonias británicas, gabachas y holandesas, en la agricultura esclavista de exportación, justificarían un predominio ya consolidado en la etapa anterior.

Aun aceptando que las cifras de Curtin pueden minimizar las introducciones de negros bozales ( Se llamaba así al negro recién vendido por sus padres y extraídos por mercaderes europeos, árabes o hebreos; y para nuestro caso, carente de evangelización y sin conocimiento de la lengua castellana ) en la América Virreinal ( Los recuentos de J. M. Fradera y Pablo Tornero arrojan para Cuba un saldo de más de 200.000, entre el 1790 y el 1810, frente a los 185,5 estimados para la América Virreinal entre el 1791 y el 1819 ), el flujo de hombres transportados desde África por los mecanismos de la trata doblaría, como mínimo, al de aquellos otros que llegaron voluntariamente de la metrópoli.

Hasta el 1789, año en que se autorizó el “ comercio libre “ de africanos, la provisión regular de las colonias se realizó a través de contratos de asiento, en pro de los cuales, y a cambio de una prestación pecuniaria, uno o varios comerciantes obtenían licencia para introducir, en determinada región americana, una cantidad de negros bozales, fijada de antemano. El asentista gozaba, durante el tiempo pactado en la contrata, del monopolio de provisión en el área de su concesión. Durante el siglo XVII, los grandes contratos de asiento, con intervención directa del rey, alternaron con las avenencias o acuerdos de menor envergardura con particulares, pactados por la Casa de la Contratación.

Demografía y Sociedad

Durante muchos años, numerosos debates manipuladísimos hasta la saciedad, en especial, por la oficialista Leyenda Negra que arraigó de un traidor a la Iglesia y a Las Españas-entre tantos otros-como fue el judaizante De Las Casas, servidor de los protestantes de la Francia y de la Centroeuropa, casi parecen haber impedido una correcta visión del tema que tratar debemos.

Por lo general, admitirse suele aquello de que el siglo XVIII fue una etapa de crecimiento, o si mejor se quiere, de recuperación demográfica. Sobre ello se ha intentando omitir llenando el asunto con una especie de desinterés ante unas verdades que quizá no convienen demasiado…..Con todo, es de recibo destacar que la demografía histórica hispanoamericana no se encuentra exenta de gruesas dificultades ; incluso en cuestiones que puedan parecer tan primarias como el recuento poblacional del Nuevo Mundo. Disponemos de un trío de fuentes : Los censos tributarios; la actividad de la Iglesia ( Registros de comulgantes, visitas pastorales, informes ad limina dirigidos a Roma; registros de matrimonios y defunciones….); y los libros de viajes ( Alexander Von Humboldt desarrolló una importante labor en este campo ).

Las Haciendas del siglo XVIII







En una primera etapa, el trabajo del campesinado garantizaba el abastecimiento de minas y urbes. Pero desde finales del siglo XVI, el descenso de la población asiático-australoide trasladó la producción para el mercado a las grandes explotaciones de hispana propiedad.

El proceso de formación de la gran propiedad agraria durante el periodo imperial es relativamente bien conocido. Arranca de la concesión, durante el XVI, de mercedes “ de tierra “, “ estancia “ o “ labor “, concedidas por los Reyes de Las Españas para estimular el proceso de formación imperial en la América Hispana, siguiendo una vieja tradición medievalesca peninsular, que premiaba a los que habían intervenido directamente a la incorporación de nuevos territorios a la grandeza del Imperio, con la cesión de una parte de los derechos de propiedad sobre ellos. La extensión de estas mercedes fue variable, en función del mérito beneficiario. Si excluimos las grandes concesiones efectuadas a los jefes de las expediciones de Conquista-por ejemplo, el Marquesado del Valle de Oaxaca de Hernán Cortés-, las unidades de medida básicas para determinar el tamaño de las explotaciones fueron las peonías, en torno a las 10 hectáreas, y especialmente, la caballería ( 42-43 hectáreas ), extensión que correspondía al soldado que había participado en las campañas de la Conquista como heroico jinete, corriendo con el gasto del mantenimiento de su montadura.

La Minería del siglo XVIII


















La minería constituyó todo un eje articulador de la economía de las Indias Occidentales. Fue el motor del proceso creativo de un nuevo ámbito mercantil y división del trabajo.

Los metales preciosos, especialmente la plata, fueron el principal de los recursos exportables por la economía hispanoamericana, y aquel por el cual la metrópoli había manifestado mayor empeño.

El drenaje de la plata americana hacia la Europa determinó el funcionamiento del sistema de transportes y de relaciones comerciales, organizado desde el siglo XVI, bajo el sistema de puerto único, con sede primero en Sevilla y, a partir del 1717, ya en plena época borbónica, en Cádiz. Directa o indirectamente, los ingresos básicos de Las Españas en Ultramar-quinto real, tributo, alcabala, almojarifazgo-dependían de la producción minera. En el primero de los casos citados de un modo directo; en los restantes, en función de la capacidad de generar renta como resultado de los procesos de especialización agrícola y ganadera, estimulados por el mercado minero.